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Cómo es vivir con una adicción de 3.000 calorías al día a las bebidas energéticas



Hace unos tres años que la escocesa Emma Forrest, de 29, desarolló una dependencia a las bebidas energéticas que hoy describe como "peor que la adicción al juego".
Sabe de lo que habla porque también pasó por esa otra.
Ahora consume hasta 3.000 calorías en unas 30 latas de refrescos (energéticas y comunes), el equivalente a unas 200 cucharillas de azúcar.
Dice que se levanta hasta cinco veces por la noche para satisfacer su ansia y que solo come una vez al día para no pasarse de los 57 kilos.
Su adicción tampoco es barata: se gasta unos US$350 a la semana en bebidas energéticas y refrescos.


RedacciónBBC Mundo

Anestesia



A lo largo de la historia han existido numerosas formas de anestesia. Desde la Antigua Grecia hasta la actualidad, pasando por Egipto y las Américas, esta sustancia ha ido incorporando diferentes cambios. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX por medio del oftalmólogo austriaco Karl Koller que la anestesia comenzó a emplearse de forma adecuada. Cabe destacar que estas primeras formulas no fueron muy pudorosas, ya que la composición de esta sustancia incorporaba pequeñas dosis de cocaína.

La aspirina fue la base del imperio de la farmacéutica alemana Bayer. Después de la Segunda Guerra Mundial se comercializó como el analgésico universal, al tal punto de que su nombre comercial se convirtió en el nombre universal del medicamento (con una fuerte base de salicilato, un analgésico natural del que ya se hablaba en documentos del antiguo Egipto).
Fue tal éxito de la aspirina, que pronto hizo olvidar los siniestros orígenes de Bayer: antigua IG Farben, responsable de dotar a las cámaras de gas, con el gas Zyklon B.
El fin del imperio de la aspirina
Para la desgracia de Bayer, pronto la aspirina se vio rebasada por otros analgésicos más fuertes, como el ibuprofeno y el naproxeno. Parecía que la aspirina estaba destinada a perderse como una curiosidad farmacéutica más, hasta que en 1960 ocurrió algo que sólo se puede clasificar de milagro: dos investigadores médicos ingleses, John O’Brien y Peter Elwood retomaron una de las muchas teorías que existían sobre la aspirina: que podía prevenir un ataque cardiaco.


Según esta tesis, la aspirina evitaba que las plaquetas (encargadas de la coagulación sanguínea) se acumulasen alrededor decorazón y formasen coágulos, que evitaban el flujo de sangre al corazón, y provocando el ataque cardiaco. Los investigadores realizaron un estudio con sobrevivientes de arresto cardiaco, y observaron que la ingesta diaria de aspirina reducía el riesgo de un nuevo ataque.
Sin embargo, lo pequeño de su muestra no arrojó resultados definitivos, y el estudio se olvidó, hasta que en 1980, un estadista británico, Richard Peto, realizó un meta-análisis de la investigación inicial, y aseguró que era concluyente en su demostración de las bondades cardiacas de la aspirina.
Un medicamento de corazón
Bayer, como era de esperarse, tomó nota de ello: la aspirina para ese entonces había caído de ser la marca dominante a apenas abarcar un 6% del mercado de los analgésicos, y no lo dudo ni un momento antes de relanzar la aspirina como “la mejor ayuda contra el ataque del corazón”.
Desde 1990 a la fecha, los beneficios de Bayer se duplicasen sólo por la venta de aspirinas, adquiridas en su mayor parte por personas que, por consejo médico, adquieren aspirinas para evitar paros cardiacos.
Si tienes un dolor de cabeza o de articulaciones, sabes que un analgésico es la salida más rápida, si bien hay que controlar su ingesta. Pero si tienes además la posibilidad de un ataque al corazón: ¿vas a ponerte en manos de un medicamento casi descontinuado?


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